La mayoría de las veces nos comunicamos con los demás de manera inconsciente y dejamos que esa conversación elija sola qué rumbo tomar, como si echáramos agua por una bajada de tierra.
Cuando una conversación fluye nos sentimos bien, livianos, cómodos. Sin embargo, no nos detenemos a pensar (y valorar) por qué fluye. Tenemos intereses en común, hay empatía, valores compartidos, etc.
Cuando la conversación no fluye, nos quedamos en eso y nos sentimos mal, incómodos y queremos irnos. Tampoco nos detenemos a pensar en las barreras que están limitando esa conversación. Simplemente lo reducimos a un “no hay química” y bajamos la persiana, como si esas dos personas hubieran estado destinadas a no poder comunicarse.
Lo cierto es que si la conversación no fluye, es por algo. También es cierto que si al menos una de las dos personas hiciera consciente los motivos por los que no fluye, la comunicación podría replantearse. Por eso siempre insisto en desarrollar la consciencia como método para generar relaciones positivas y duraderas. Nos interesa una relación? Hagamos un esfuerzo.
Si la conversación no fluye, por qué? Puede ser que no hayamos encontrado temas o intereses en común o que no compartamos valores. Puede que cada uno traiga prejuicios (rumores, opiniones de terceros, reputación, etc). Dije algo que afectó a la otra persona? Hay temas específicos como la política, la religión u otros controversiales que generan distancia?
Pongámoslo en práctica hoy mismo y quizá podamos rescatar relaciones o mejorar la comunicación con aquellas personas a quienes queremos en nuestras vidas.